o
Tormenta despiadada
Las ramas se mueven en forma desmedida.
Me balancean.
Me giran.
Pierdo el sentido de la orientación...
Furioso el temporal me tira contra los helechos...
Me empuja hacia el mandarino...
Golpeo en forma imprudente con los jazmines...
Las espinas del rosal se clavan en mi piel...
Las pienso penetrando en mis venas...
Circulando en ellas.Vuelo sin destino entre tierra y bolsas de plástico.
Me adhiero a la rama del árbol...
Los pájaros me miran sin entender...
La rama se quiebra...
Aquí estoy,
en el suelo…
Rodeada de hojas, ramas y bolitas de paraíso
esperando la bendición del aguacero.
Palabras escritas después de la Tormenta del día 25/07/11
Imagen: Foto tomada el mismo día(25/07/11)
martes, 27 de septiembre de 2011
sábado, 24 de septiembre de 2011
Qué será de mi día…
Amanece en mi ventana...
yo estoy "amanecida"
hace como tres tostadas,
cuatro Almendra
y cinco Pastoral...
Voy por mi desquite
al sillón más cómodo
con la taza humeante
de sabor duro
del café amargo.Pasan los minutos...
Me adormezco...
Un río de aguas cristalinas
viene
hacia
mí
Roza mis pies...
Peces de colores juegan entre mis dedos
me subyuga el agua...
Estrangulo el río entre mis brazos
Lo siento
acariciando mi piel...
Fresco, suave...
Deja su aroma en mi cuerpo...
Me despierto con la certeza
que oiré el canto de los pájaros...
Imagen: Mujer sentada en sillón rojo. Pablo Picasso
yo estoy "amanecida"
hace como tres tostadas,
cuatro Almendra
y cinco Pastoral...
Voy por mi desquite
al sillón más cómodo
con la taza humeante
de sabor duro
del café amargo.Pasan los minutos...
Me adormezco...
Un río de aguas cristalinas
viene
hacia
mí
Roza mis pies...
Peces de colores juegan entre mis dedos
me subyuga el agua...
Estrangulo el río entre mis brazos
Lo siento
acariciando mi piel...
Fresco, suave...
Deja su aroma en mi cuerpo...
Me despierto con la certeza
que oiré el canto de los pájaros...
Imagen: Mujer sentada en sillón rojo. Pablo Picasso
martes, 20 de septiembre de 2011
Nunca
Nunca en el jardín añorado
jugando con rosas blancas
introduciéndonos en sus pétalos.
Nunca en los jazmines del muro
en sus flores perfumadas.
Nunca en el banco
disfrutando el silencio compartido.
Nunca el pincel biselado
acariciando de colores mi pelo.
Nunca en mis ojos estrellas
iluminando tu camino.
Nunca bailando de a dos
la música de los grillos.
Porque en los sueños
se camina sin estrellas
los colores no tienen pinceles
los bancos hablan el silencio
el perfume está en la almohada
el muro aprisiona los pétalos
y las rosas blancas
simplemente
lloran.
Imagen: Leonid Afremov
jugando con rosas blancas
introduciéndonos en sus pétalos.
Nunca en los jazmines del muro
en sus flores perfumadas.
Nunca en el banco
disfrutando el silencio compartido.
Nunca el pincel biselado
acariciando de colores mi pelo.
Nunca en mis ojos estrellas
iluminando tu camino.
Nunca bailando de a dos
la música de los grillos.
Porque en los sueños
se camina sin estrellas
los colores no tienen pinceles
los bancos hablan el silencio
el perfume está en la almohada
el muro aprisiona los pétalos
y las rosas blancas
simplemente
lloran.
Imagen: Leonid Afremov
jueves, 15 de septiembre de 2011
Rescatame
Rescatame
de la mudez profunda
de la cueva cavada con esmero
de las palabras y miradas sin sentido
del tiempo transitado sin vivirlo.
Rescatame
de los caminos sinuosos de la montaña
de las olas embravecidas del océano
de las pacíficas balsas de los lagos
de los golpes en los ríos torrentosos.
Rescatame
Sólo necesito una mirada
las yemas de tus dedos en mi mano
un inmenso silencio compartido
y el café humeante de testigo
Imagen: La taza de café
Mariano Velasco Ramírez
de la mudez profunda
de la cueva cavada con esmero
de las palabras y miradas sin sentido
del tiempo transitado sin vivirlo.
Rescatame
de los caminos sinuosos de la montaña
de las olas embravecidas del océano
de las pacíficas balsas de los lagos
de los golpes en los ríos torrentosos.
Rescatame
Sólo necesito una mirada
las yemas de tus dedos en mi mano
un inmenso silencio compartido
y el café humeante de testigo
Imagen: La taza de café
Mariano Velasco Ramírez
viernes, 9 de septiembre de 2011
Decentes
Los vi,
ahí,
en la escalera del Instituto.
Ella,
mirada clara, transparente.
Él,
ojos color miel.
Ambos,
ternura en la mirada nublada.
Un brazo fuerte
poderoso
la protegió del viento.
Una mano en la espalda
lo hizo sentir único.
Sellaron sus labios húmedos.
Los árboles,
con incipientes brotes,
se arrodillaron a sus pies.
Allá,
más atrás,
en la parte más oscura del zaguán,
un colchón sucio,
rodeado de cartones,
los aguardaba.
Cuando el invierno
acuse el frío intenso
y, una mujer
de mirada clara y limpia
esté a punto de parir
se alzará alguna voz decente:
Es por el subsidio.
Imágenes: Antonio Berni, de la serie Ramona Montiel
ahí,
en la escalera del Instituto.
Ella,
mirada clara, transparente.
Él,
ojos color miel.
Ambos,
ternura en la mirada nublada.
Un brazo fuerte
poderoso
la protegió del viento.
Una mano en la espalda
lo hizo sentir único.
Sellaron sus labios húmedos.
Los árboles,
con incipientes brotes,
se arrodillaron a sus pies.
Allá,
más atrás,
en la parte más oscura del zaguán,
un colchón sucio,
rodeado de cartones,
los aguardaba.
Cuando el invierno
acuse el frío intenso
y, una mujer
de mirada clara y limpia
esté a punto de parir
se alzará alguna voz decente:
Es por el subsidio.
Imágenes: Antonio Berni, de la serie Ramona Montiel
lunes, 5 de septiembre de 2011
Espejismo
Eras una gota de agua
suave, cristalina, susurrante
el viento te danzaba
a la deriva arribaste a la hoja del gomero
ahí quedaste suspendido
los pájaros envidiaban tu frescura
tu brillo encandilaba luciérnagas
Te deslizaste lentamente
con pincelada firme
llegaste a la arcilla sedienta
que te absorbió al instante
En ese momento
lloraron
infinitas
las estrellas
se borró el horizonte
en mi soledad sin sentido
cavé la tierra cual topo derrotado
encontré las raíces
las tomé en puños cerrados
arranqué el árbol
bebí su savia
me convertí en lluvia
floreció el jardín…
En cada rosa te encuentro
suave, cristalina, susurrante
el viento te danzaba
a la deriva arribaste a la hoja del gomero
ahí quedaste suspendido
los pájaros envidiaban tu frescura
tu brillo encandilaba luciérnagas
Te deslizaste lentamente
con pincelada firme
llegaste a la arcilla sedienta
que te absorbió al instante
En ese momento
lloraron
infinitas
las estrellas
se borró el horizonte
en mi soledad sin sentido
cavé la tierra cual topo derrotado
encontré las raíces
las tomé en puños cerrados
arranqué el árbol
bebí su savia
me convertí en lluvia
floreció el jardín…
En cada rosa te encuentro
jueves, 1 de septiembre de 2011
Pieza 34
Confortable. El sillón era confortable… Llegaba cansada a pesar que el día recién despuntaba… Y cuando lo vi tan pulcro y señorial, sin pensar en nada, me zambullí en él… No quería pensar, no serviría de nada… Me sucedió ayer, 31 de agosto de 2011…
A los pocos minutos de estar sentada miré mis pies, no sabía en que momento me había sacado las botas… Esas que extrañaría dentro de poco cuando la primavera, que ya se estaba anunciando con el trino de los pájaros y los brotes en las plantas, fuera plena...
Decía que estaba mirando mis pies descalzos… Se estaban helando. Las uñas, estaban blancas como nieve… No atinaba a nada… Un palpitar general me invadía… Descubrí mis venas como ríos internos… Ríos sin agua, ríos secos… ¿Dónde estaba mi sangre? ¿Esa que se amotinaba cuando veía la indiferencia que muere de a poco al otro?…
Muñeca de trapo… Entregada… Con un inmenso babero, en esa sala atildada…
- La frente hacia mí
No, si no tengo frente… No tengo boca, no tengo… Cierro los ojos… Bien apretados… Soy pies-nieve, ríos secos, recostada en el sillón azul…
- Más grande la boca.
Unos golpecitos en mi mejilla me engañaron… Pensé en los miles que soportaron estoicamente mucho más… En los otros… Sin un sillón azul…
Mi cuerpo cedió, me desamparó… Mis sentimientos estaban guardados en una valija… Sentí un pinchazo agudo… Lentamente mi boca me dejó, se guardó en la maleta…
- Suba un poquito el mentón.
Apreté mis ojos, resolví no abrirlos… Ví a mi padre sonreír… Comencé a acomodar las cucharitas en un cajón… Los chicos alegres al ver cómo las ordenaba, de mayor a menor…
- Histeria, signo de histeria. Dijo alguno…
Las acomodé perfectamente, seguí con los tenedores que se entrechocaban… Ni en broma iba a abrir los ojos… Los cubiertos comenzaron a bailar música de “Les Luthiers”… ¡Cómo bailaban! Y yo helada…
- Flojito… Ya está… Siga con las indicaciones y venga en una semana a sacarse los puntos.
Despacito moví los párpados, entre las pestañas vi que todo seguía igual… Me puse los anteojos y al girar, me sorprendieron los pies calzados en el piso, listos para correr… Me enfundé en la campera... En un minuto estuve en la calle y en dos en la parada del colectivo alzando mi brazo derecho... Me senté...
Una profunda tristeza me embargaba… Cerré los ojos despacito y volví a ver a papá… Se reía jocoso… Escuché su voz llegar desde la infinita ausencia:
- Se te acabó lo del ratón Pérez… ¿eh?
Y emprendí el regreso sin mi pieza 34.
A los pocos minutos de estar sentada miré mis pies, no sabía en que momento me había sacado las botas… Esas que extrañaría dentro de poco cuando la primavera, que ya se estaba anunciando con el trino de los pájaros y los brotes en las plantas, fuera plena...
Decía que estaba mirando mis pies descalzos… Se estaban helando. Las uñas, estaban blancas como nieve… No atinaba a nada… Un palpitar general me invadía… Descubrí mis venas como ríos internos… Ríos sin agua, ríos secos… ¿Dónde estaba mi sangre? ¿Esa que se amotinaba cuando veía la indiferencia que muere de a poco al otro?…
Muñeca de trapo… Entregada… Con un inmenso babero, en esa sala atildada…
- La frente hacia mí
No, si no tengo frente… No tengo boca, no tengo… Cierro los ojos… Bien apretados… Soy pies-nieve, ríos secos, recostada en el sillón azul…
- Más grande la boca.
Unos golpecitos en mi mejilla me engañaron… Pensé en los miles que soportaron estoicamente mucho más… En los otros… Sin un sillón azul…
Mi cuerpo cedió, me desamparó… Mis sentimientos estaban guardados en una valija… Sentí un pinchazo agudo… Lentamente mi boca me dejó, se guardó en la maleta…
- Suba un poquito el mentón.
Apreté mis ojos, resolví no abrirlos… Ví a mi padre sonreír… Comencé a acomodar las cucharitas en un cajón… Los chicos alegres al ver cómo las ordenaba, de mayor a menor…
- Histeria, signo de histeria. Dijo alguno…
Las acomodé perfectamente, seguí con los tenedores que se entrechocaban… Ni en broma iba a abrir los ojos… Los cubiertos comenzaron a bailar música de “Les Luthiers”… ¡Cómo bailaban! Y yo helada…
- Flojito… Ya está… Siga con las indicaciones y venga en una semana a sacarse los puntos.
Despacito moví los párpados, entre las pestañas vi que todo seguía igual… Me puse los anteojos y al girar, me sorprendieron los pies calzados en el piso, listos para correr… Me enfundé en la campera... En un minuto estuve en la calle y en dos en la parada del colectivo alzando mi brazo derecho... Me senté...
Una profunda tristeza me embargaba… Cerré los ojos despacito y volví a ver a papá… Se reía jocoso… Escuché su voz llegar desde la infinita ausencia:
- Se te acabó lo del ratón Pérez… ¿eh?
Y emprendí el regreso sin mi pieza 34.
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