Me
encuentro en medio de un inmenso charco de agua…
Lejos,
pero no tanto, “mi perímetro”… varía en diferentes tonos de
grises llegando a los extremos, por momentos al negro y en algunos
casos al blanco…
Su
vocesita me invade…
-
La ola… La ola me tira… Se me mojan los pantalones… No me gusta
andar toda mojada.
Muevo
mis brazos insistentemente, estoy agotada… Llego a la orilla. “Mi
borde” es con círculos de tonalidad con diferentes intensidades…
Veo sus piecitos… Uno se corre hacia atrás.
En
un movimiento envolvente los tomo y calculo voltearla en el almohadón
más grande.
Escucho sus carcajadas… Las dos disfrutamos.
Escucho sus carcajadas… Las dos disfrutamos.
-
Me mojaste las patas abuela.
-
Yo soy la ola y puedo revolcarte.
-
Pero mamá se enoja si voy toda mojada (sé que no es verdad, pero es
parte del juego).
-
Bueno, transformame en otra cosa.
Me
levanto. Ella acomoda los almohadones en forma diferente, ahora están
todos amontonados en el costado del comedor. Toma su varita mágica
y…
-
Ahora sos agua de mar y me revolcás acá (señalando los almohadones
amontonados) que son piedras y no me mojo. Entonces, mamá no se
enoja.
Le
brillan los ojos con cientos de luces.
-
Pero en el mar las olas son más grandes.
-
No importa, por eso los almohadones… No (voz seca). Las piedras
están todas juntas.
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