domingo, 27 de noviembre de 2016

Comprando un pantalón

Consigna: Anécdota cotidiana como si fuera trascendental

Caminé por las callecitas de Flores con la idea fija, “Hoy me compro el pantalón” o, de otra forma, “No llego a casa sin el pantalón nuevo”. 
 Miré las vidrieras hasta el hartazgo. Cuando estaba a punto de desistir, ya que nada me conformaba, Lo ví.
Estaba ahí, tirado en el piso del escaparate como desechado por los vitrinistas.
No le di importancia, pero ya lo había visto.
Me di media vuelta; pensaba ir rumbo a La Plaza cuando sentí un murmullo. Miré a mi alrededor y estaba sola…
Sola. Yo y ese pantalón en el escaparate.
Sentí algo extraño por la prenda azul con pespuntes color mostaza que se me presentaba como si quisiera que lo salvara del olvido. El pobre no tenía ni el precio marcado… Dudé. Confieso que no mucho. Entré en el comercio y pregunté el precio:
- Contado $520.
- Pago con débito.
- Mire, con débito no puedo dejarlo a ese precio porque por pasar la tarjeta me cobran el 3%… Poniendo los ojos en blanco, hace cuentas mentales y me espeta: $550. No reparo en su número, sólo veo el pantalón; pienso en los billetes doblados dentro de la documentera… Verifico si tengo la tarjeta… 
- ¿Me lo puedo probar? Quiero talle tal (no viene al caso dejar un número por escrito)
Aparece la vendedora con la prenda, estira su brazo sujetándola entre el pulgar e índice de la mano derecha.
¡¡¡¡Hermoso!!!!! pienso.
- Pruébelo, calza muy bien. Puede usar el segundo probador.
Probador pequeño para todo lo que debe albergar. Me saco mi pantalón con temor a que se corra la cortina. Lo coloco en un ganchito, pomposamente llamado perchero, que se encuentra en la única pared; el resto son cortinas. ¿Si la respiración las mueve? Casi imposible respirar… En la caja había un señor…
Un hombre, que podría tentarse y mirar. ¿Doy para la tentación? No sé pero por las dudas respiro lo más leve posible.
Me arrimo a la pared y zas, se cae el pantalón que estaba colgado pero no tengo dónde apoyarme. Lo dejo en el suelo y sigo en mi intento. Una pierna, la otra… No sube. Hundo mi panza respirando hondo y... ¿Habré cambiado de talle? No. no puede ser… si me estoy cuidando en las comidas. En realidad estoy pasada de hambre… Espiro y vuelvo a inspirar, más hondo aún y hundiendo al máximo mi abdomen. Subió. Ahora a cerrarlo. ¿Y si pido un talle más? No, después me hará bolsa en las piernas. Total se estiran... me lo puedo poner acostada y seguro entra cómodo… No tendré las formas de la etiqueta pero calzará justo.
- ¿Cómo le queda el pantalón señora?
- Bien. Todo bien. Lo llevo.
Sí, me lo pondré acostada y haré un par de flexiones. Este es mi talle, no voy a comprar un talle más… con ropa más grande podré tentarme.
Salgo oronda del comercio con mi bolsa conteniendo el pantalón nuevo… Con el mismo talle anterior.
Paso por una confitería. Sigo de largo sin mirar. Después de todo dicen que es cuestión de voluntad… Y de prioridades.

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