lunes, 1 de agosto de 2016

El buscador de finales.



Tarde de hastío otoñal. Cuando la luz del día comenzó a disminuir, Sebastián resolvió leer esa obra de Manuel Puig tantas veces postergada.
Se preparó un café y fue hacia el sillón más cómodo, ése que había iluminado adecuadamente por ser parte de su espacio favorito. Bajo un manto de estrellas lo esperaba.
Al promediar la tercera hoja, diferentes postales de Carhué se le dibujaban en la retina. Entornó los ojos y vio “el pantano” en “el pueblo fantasma”...
El cortometraje para el concurso iba tomando forma. Cerró el libro y pensó en el jurado integrado, entre otros, por Andrés Álvarez… Su pecho se aceleró al pensar en “el monstruo” del cine. La admiración hacia ese director lo hizo buscar la colaboración de Donato; sería su auxiliar.
- Podemos codirigir el corto, ya tengo el guión.
Se necesitaba dinero. Con la convicción de quienes tienen el toro por las astas, comenzaron a juntar fondos. Parientes y amigos adquirirían los números para el sorteo. Ofrecerían como primer premio una sesión de encuadres fotográficos. El segundo premio sería un taller de cuatro horas de maquillaje artístico.
Al mes lograron juntar lo imprescindible... Sentían ser dueños del “Primer Premio” del concurso. Sí, era de ellos.
Con los pasajes a Carhué en la mano y las mochilas en sus espaldas, partieron para la estación.
“El pueblo fantasma” los recibió con llovizna. Armaron la carpa y se abocaron a las primeras tomas.
Fueron tres días sin descanso. Filmaciones de puntos claves y entrevistas serían editadas en el laboratorio montado en la casa de Donato.
El encargado de la estación de trenes tenía “la sal” de ese relato, cuyo guión estaba basado en la obra del escritor autoexiliado en México. Cuando el dinero tocó fin, emprendieron el regreso.
Una semana, tal vez dos, les llevó la labor final; esa que resolvieron mostrar al amigo dilecto para pedir opinión.
Los tres gozaron del trabajo.
Se jugaban la gran carta que marcaría, al menos, el futuro inmediato.
El día anterior a que venciera el plazo llegaron al Instituto, que los había visto egresar, para entregar el tesoro que habían logrado con tanto esfuerzo. Se miraron y al unísono dijeron:
- A esperar, el premio es nuestro.
Sebastián agregó:
- Andrés Álvarez reparará en nosotros.
Llegó el día tan ansiado. La entrega de resultados era en el Salón de Actos del lugar que los había visto abandonar la adolescencia. Estaba colmado. La presentadora con un hilo de voz mantenía la atención del conjunto. Dio su nombre, los del jurado y nombró las obras presentadas. Iluminación acorde y empezó por la Tercera Mención Especial. Aplausos. La realizadora se puso de pie y marchó al escenario. Recibió un sobre con las condiciones para filmar un corto más otro que consistía en un cheque por un valor que cubría todos los gastos para la realización… Ovación.
Siguieron pasando los otros premiados y los amigos expectantes en sus butacas... Cada vez más cerca… Continuó la ceremonia. Momento final. Ellos eran los últimos, los ganadores. Se irían, sin dudas, con la alegría del sueño cumplido.
Abren el sobre… Escuchan otro nombre modulado con voz dulce, no era la obra en que tanto habían confiado… Al cierre del encuentro, la locutora, hizo una mención a la obra de ellos que Sebastián no llegó a entender. Donato lo abrazó:
- ¡¡¡Te felicito, flaco!!!, ¡¡Andrés Álvarez quiere verte!!
Así, sin entender, a tientas, caminó al despacho de “El monstruo del cine”.
Con ojos desorbitados vio que lo recibía la persona más admirada, quien le pidió al encargado que se retirara a la vez que descorchaba una botella, tomó dos copas, les puso líquido hasta la mitad, le ofreció una y, en un tono muy suave le dijo:
- Tu corto es valioso… Muy valioso…
Lentamente se acercó a él.
- Debés modificar el final para adecuarlo a la actualidad… La sexualidad así encarada es cosa del pasado… Ya nos señaló el camino nuestro querido Manuel Puig.
Álvarez puso una mano en la cabeza del antiguo alumno. Sus ojos se encontraron, las miradas se sostuvieron. y, casi en un susurro, El Maestro le confesó que había encontrado el final de su propia historia. 

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